lunes, 15 de marzo de 2010

Declaración de intenciones

El traductor traduce, se trata de una tarea muy sencilla. Ni siquiera hace falta que le explique la receta. Recoja usted un montón de palabras, de donde sea. Las venden en cualquier supermercado por cuatro duros. Incluso hay filántropos que las lanzan a diestro y siniestro totalmente gratis, sin ningún coste adicional o letra pequeña. Cójalas, cójalas de donde sea. Pero que todas ellas tengan cierto parecido entre sí, claro.

Cuando reúna la cantidad deseada de caracteres, mírelos bien, lávelos y, si es necesario, arranque las manchas con un pelapatatas. A continuación viértalos en una olla con agua hirviendo y déjelos hasta que se considere preparado para el siguiente paso.

Ahora viene la parte más difícil. Si ya está usted listo puede proceder a pasar el caldo por un colador. Tenga mucho cuidado y procure no dejar ningún resto de las palabras en la sopa. El resultado debe ser un caldo claro y sin tropezones. Puede que no le importe encontrar tropezones en su plato, porque se ha encargado usted mismo de buscarlos y le cuesta deshacerse de ellos. Pero el buen traductor sirve la sopa sin tropezones, ni siquiera un par de fideos.

Para comprobar que su receta ha sido llevada a cabo con éxito ofrezca una ración a algún amigo o parroquiano. Si después de probarlo consigue distinguir el regusto de las palabras utilizadas previamente, habrá realizado un buen trabajo. Si el individuo encuentra dificultades para identificar el sabor o lo que prueba se le antoja aguachirle, le invito a leer este blog en el que espero ayudarle a evitar ese tipo de situaciones o simplemente a hacerle pasar un buen rato.

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